Una clase magistral de cómo cuidar a los niños... o no: San Pedro del Pinatar como ejemplo de “buena praxis”


Vamos a ponernos en pie un momento, queridos vecinos, y vamos a dar un aplauso al gobierno local de San Pedro del Pinatar. Porque, sinceramente, ¿quién necesita sentido común, planificación urbana responsable o ética pública cuando se tiene lo que ellos tienen? No sabemos qué es, pero lo tienen. Y lo exhiben con orgullo en cada Pleno, en cada decisión, en cada dejadez.

Hoy no vamos a criticar, qué va. Este artículo no es una crítica. Es una clase magistral. Un modelo. Una guía práctica para otros municipios que también quieran abrazar el caos, la desidia y la contradicción como forma de gobierno. Y hoy, lo haremos hablando de algo tan delicado como los menores. Esos pequeños seres humanos que, si no lo sabían, son el futuro de nuestro pueblo. Aunque a veces cueste creerlo al ver cómo se les trata.

Lección 1: El amianto como símbolo de “resistencia educativa”

Empecemos con una pequeña curiosidad: ¿sabían ustedes que en San Pedro del Pinatar todavía hay centros educativos con tejados de amianto? Sí, ese material maravilloso que dejó de usarse hace décadas por su peligrosidad para la salud. Bueno, aquí lo conservamos como si fuera patrimonio cultural. En la Escuela de Educación Infantil N.º 1, por ejemplo, el tejado sigue siendo de este noble material. Y creemos recordar que también Los Antolinos tienen algo de esa joya arquitectónica.

Pero no es culpa del Ayuntamiento, por favor. Bastante tienen ellos con gestionar cosas más importantes. Como, por ejemplo, no hacer absolutamente nada al respecto durante años, mientras los niños respiran partículas sospechosas. ¡Eso sí es coherencia! Porque si no lo han quitado ya, será por algo, ¿verdad? Lo fácil sería quitarlo. Lo valiente es ignorarlo.

Lección 2: Los salones de juego, esos templos de la estrategia infantil

Pero vamos a lo verdaderamente inspirador. El verdadero núcleo de nuestra lección magistral: los salones de juego cerca de los colegios. ¡Qué idea tan brillante!

Vivimos en una época en la que muchos se preocupan por el acceso de los menores al juego patológico, a las apuestas, a los estímulos visuales agresivos y al fomento de hábitos adictivos desde edades tempranas. ¡Qué exagerados! ¿Qué hay de malo en que un niño pase cada día junto a una puerta brillante, con luces de neón, que le promete premios y emociones baratas? Es formativo. Estimula su imaginación. Y su capacidad de autocontrol… cuando tenga 40 años.

En muchas comunidades autónomas esto está regulado. Hay límites. Hay leyes. Por ejemplo, en Castilla-La Mancha o Galicia, la distancia mínima entre un centro educativo y un salón de juego puede oscilar entre los 150 y 500 metros. En otras más estrictas, como se planteó en la Región de Murcia, esa distancia sería de 1000 metros. Pero tranquilos: aquí no se ha aprobado nada. Porque aquí somos especiales. Porque, ¿para qué regular cuando puedes improvisar?

De hecho, nuestro querido presidente regional, Fernando López Miras, llegó a proponer esa distancia mínima de 1000 metros en 2023. Una propuesta ambiciosa, visionaria… y perfectamente olvidada. Debe estar ahora mismo guardada junto con otras grandes ideas en algún cajón de su despacho, ese donde las cosas buenas van a morir.

Lección 3: La geografía como aliada del azar

Tomemos como base esa medida no aprobada, esos hipotéticos 1000 metros. ¿Se cumple en San Pedro del Pinatar? ¿Respetamos siquiera una fracción de esa distancia entre salones de juego y colegios?

Spoiler: no.

Aquí insertaremos la tabla con distancias reales entre salones y centros educativos. Porque los números, aunque aburridos, son demoledores. Ya verán qué maravilla de urbanismo. Si un estudiante quisiera entrenarse para entrar a un casino, solo tendría que cruzar la calle. Literalmente.

Y no se preocupen: no hay señalización, ni medidas disuasorias, ni campañas de prevención. El camino está despejado. La ruta del menor al vicio está asfaltada con indiferencia institucional.

Lección 4: Ética, pero de la que no molesta

Ahora bien, pensemos con lógica. ¿Por qué iba un Ayuntamiento a intervenir en algo tan trivial como esto? ¿Por qué incomodar a los empresarios del juego, que seguro que pagan sus impuestos y colocan sus luces con tanto esmero? ¿Por qué priorizar la salud mental de los menores, cuando puedes priorizar la estética del centro urbano con rótulos brillantes que dan “vida”?

Además, todos sabemos que la ludopatía es una exageración. Algo de lo que solo hablan los psicólogos, las familias afectadas y los expertos. Nada serio. ¡Si hasta hay gente que dice que empieza en la adolescencia! Qué sabrán ellos.

Lección 5: El silencio también es una política

Y lo mejor de todo es el silencio. Porque nadie habla de esto. Nadie lo denuncia con fuerza desde el poder. Hay vecinos valientes que lo intentan, pero desde el gobierno local… silencio administrativo. Y no un silencio cualquiera: un silencio revestido de formalismo, de evasivas técnicas, de "eso no es competencia municipal" y "ya estamos trabajando en ello".

Una joya de estrategia política. El “hacer como que hacemos” convertido en arte.

Conclusión magistral: Aplaudan, vecinos, aplaudan

San Pedro del Pinatar no es un pueblo cualquiera. Es un laboratorio. Un caso de estudio. Un lugar donde se experimenta con la paciencia ciudadana, con los derechos infantiles y con los límites del absurdo.

Nuestros niños, esos mismos que deberían ser el centro de toda política pública, están siendo educados entre tejados tóxicos y templos del azar. Pero tranquilos, que si pasa algo, se abrirá una comisión de estudio. O un expediente. O una nota de prensa llena de eufemismos.

Así que, si algún alcalde en otra parte de España quiere aprender cómo no cuidar a sus vecinos más pequeños, ya sabe a dónde mirar. Aquí, a San Pedro del Pinatar. Donde lo urgente nunca tiene prisa. Donde lo ético se discute, pero no se aplica. Donde el futuro de los niños se juega, literalmente, a la ruleta.

Lección extra: ¿Matemáticas aplicadas o cinismo urbanístico?

Como todo buen docente sabe, una clase magistral necesita ejemplos. Y nosotros los tenemos, gracias a una sencilla tabla de distancias —tomadas a pie— entre salones de juego y centros educativos en San Pedro del Pinatar. Prepárense, porque este ejercicio de geometría urbana podría formar parte de un examen de ética... o de sarcasmo avanzado.

Veamos algunas perlas:

  • El salón Sala de Juego 777, en la Calle Duque de Ahumada, se encuentra a 110 metros de la Escuela de Educación Infantil Nº 1. Es decir, si un niño de tres años se tropieza al salir, cae prácticamente en la puerta del local.

  • El Tiki Taka San Pedro, en la Calle Dr. Ferrero Velasco, está a 230 metros del mismo centro. Menos de 3 minutos caminando. Perfecto para una excursión "educativa".

  • El salón de apuestas Sportium, en la Avenida Romería de la Virgen del Carmen, nº 32, se sitúa a 400 metros del Colegio Público Ntra. Sra. del Carmen. Más cerca que la mayoría de panaderías.

  • El Apuestasdemurcia - Multitronic, en la Av. Emilio Castelar, nº 41, se encuentra a 350 metros de la Escuela Infantil Maspalomas. Lo justo para que la criatura vea las luces desde el recreo.

  • Otro ejemplo notable es el Tiki Taka Lo Pagán, que está a solo 180 metros del Colegio Público Ntra. Sra. del Carmen y a 355 metros de Escuela Infantil Los Limoneros. Casi parece un patrón, ¿no?

Y así podríamos seguir. La mayoría de estos centros están a menos de 500 metros de los salones de juego. Si tuviésemos que aplicar la medida planteada por López Miras —1000 metros de distancia mínimaninguno de estos salones pasaría el filtro.

Y entonces cabe hacerse una pregunta inquietante:

¿Esto es falta de legislación, desidia institucional o simplemente una forma moderna de “estimulación temprana”?

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