Egipto detiene la esperanza: represión contra la Marcha Global a Gaza

Cuando la solidaridad es criminalizada, la libertad de Palestina se aleja un paso más


Un muro contra la solidaridad

El 11 de junio de 2025, más de 170 activistas internacionales fueron detenidos en Egipto cuando intentaban ingresar al país como parte de la Marcha Global a Gaza, una iniciativa pacífica para visibilizar y denunciar el genocidio que Israel perpetra en territorio palestino. En lugar de brindar apoyo o incluso respeto al derecho a la protesta pacífica, el régimen egipcio optó por actuar como cómplice de la ocupación israelí, interceptando y deportando a quienes llevaban consigo no armas, sino palabras, esperanza y resistencia.

Esta actuación de las autoridades egipcias no puede entenderse fuera del contexto de subordinación estratégica al Estado de Israel y a las presiones geopolíticas que lo apuntalan. Egipto no solo cerró sus fronteras a la solidaridad, sino que volvió a cerrar también, simbólicamente, la puerta a una Palestina libre.

La Franja de Gaza: prisión a cielo abierto

Mientras los activistas eran detenidos en El Cairo, en Gaza continuaban los bombardeos. Las cifras son demoledoras: más de 35.000 palestinos asesinados en los últimos meses, la mayoría civiles. Hospitales, escuelas y viviendas son arrasados diariamente por el ejército israelí, con impunidad y con el respaldo de las potencias occidentales.

Israel no se defiende; Israel perpetra. El discurso de la "autodefensa" ha sido tergiversado hasta el cinismo. Lo que ocurre en Palestina no es un conflicto: es una ocupación, un colonialismo, una limpieza étnica sistemática. Se trata de un pueblo que lleva más de 75 años resistiendo a una maquinaria militar, mediática y diplomática que busca borrarlo del mapa.

Egipto: entre la cobardía política y la complicidad criminal

La detención de activistas por parte de Egipto no es solo una medida de seguridad: es una declaración política. Significa que el Estado egipcio ha decidido situarse del lado del opresor, no del oprimido; del lado del ocupante, no del ocupado. La deportación de los participantes de la Marcha Global a Gaza muestra hasta qué punto algunos regímenes árabes han renunciado a la causa palestina en aras de estabilidad interna, acuerdos económicos y presiones externas.

Mientras el pueblo egipcio sigue manifestando en redes y plazas su solidaridad con Palestina, su gobierno reprime cualquier intento de acción concreta. Criminaliza la empatía, desactiva la movilización y silencia las voces que claman por justicia. No basta con condenar a Israel si se reprime a quienes lo denuncian.

Una Palestina libre no puede esperar más

El grito de "Palestina libre del río al mar" no es una consigna vacía ni un acto de odio, como algunos quieren hacer creer. Es una exigencia de justicia, de humanidad, de restitución histórica. Significa que ningún muro, ninguna ocupación, ninguna frontera impuesta con sangre puede estar por encima de los derechos de un pueblo.

La Marcha Global a Gaza buscaba, precisamente, poner el cuerpo allí donde otros miran para otro lado. Denunciar la barbarie con presencia, no con palabras vacías. Cada activista detenido en Egipto es un recordatorio de que defender a Palestina es, hoy más que nunca, un acto de valentía. Y que quienes lo impiden, se sitúan del lado equivocado de la historia.

Palestina vivirá

La causa palestina no se detiene con detenciones ni con muros. Sobrevive en cada niña que aprende a leer en las ruinas, en cada madre que entierra a su hijo y sigue luchando, en cada voz que rompe el cerco del silencio mediático. Hoy más que nunca, es necesario alzar la voz contra los crímenes de Israel y también contra la complicidad de quienes, como Egipto, prefieren la estabilidad del verdugo al clamor de la víctima.

Palestina no está sola. Y no lo estará mientras haya quienes se atrevan a marchar, aunque los quieran detener.

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