Crónica de la II Marcha Republicana en Madrid – Junio 2025
Desde Cartagena a Madrid, partimos con fuerza por la III República en la II Marcha Republicana. Lucha, memoria y futuro en las calles de la capital.
Este 15 de junio, desde los primeros destellos del amanecer, una firme convicción recorrió las calles de Cartagena. A las 5:15 horas, un grupo de compañeras y compañeros se congregó frente al punto de salida habitual: mochilas al hombro, pancartas enrolladas, camisetas con la tricolor, y sobre todo, un espíritu combativo que ni el sueño ni el cansancio pudieron menguar. El destino: Madrid. La razón: participar con voz, cuerpo y corazón en la II Marcha Republicana, una cita que, más que una manifestación, fue una declaración de principios.
El viaje fue largo pero nunca tedioso. A medida que el bus avanzaba, recogiendo a más camaradas en Murcia, Molina de Segura y Cieza, el ambiente se llenaba de consignas, cantos, y miradas cómplices que hablaban de lucha compartida. “España, mañana, será republicana” no era solo un lema, era una promesa entonada con fuerza desde los primeros kilómetros. Las conversaciones giraban en torno al futuro, a la necesidad de justicia social, de un nuevo horizonte democrático, sin monarquía, sin impunidad. Muchos llevaban consigo el recuerdo de familiares represaliados, de abuelas valientes, de padres silenciados por la historia oficial. Hoy, en sus voces, revivían.
Al llegar a Madrid, el sol de junio caía fuerte sobre el asfalto. La capital, acostumbrada al ruido de las prisas, fue testigo de una marea de banderas tricolores que empezó a crecer desde Neptuno y fue subiendo con paso firme hacia la Puerta del Sol. Cientos, miles de personas, provenientes de todos los rincones del Estado, confluyeron en un mismo latido: la II Marcha Republicana había comenzado.
A lo largo del recorrido, la ciudad se tiñó de dignidad. Las pancartas hablaban por sí solas: “Ni rey ni amo”, “Por la memoria histórica y la justicia social”, “República es democracia”. Se alzaban puños cerrados, se coreaban cánticos que mezclaban la memoria de la resistencia antifranquista con las luchas del presente. No faltaron los himnos, los versos de Miguel Hernández en las bocas de jóvenes y mayores, ni la emoción de ver a generaciones distintas marchando hombro con hombro.
La marcha avanzó sin incidentes, pero con una firmeza que no dejaba lugar a dudas: este no era un acto testimonial, sino una llamada al pueblo. A lo largo del Paseo del Prado, el eco de los tambores acompañaba el paso lento pero determinado de los manifestantes. La organización, impecable, cuidó los tiempos y los espacios. Se visibilizaron diferentes colectivos: asociaciones por la memoria democrática, sindicatos de clase, plataformas estudiantiles, feministas, antirracistas, pensionistas, y movimientos vecinales, entre otros. Todos unidos por una consigna común: abrir paso a la III República.
Se vivieron momentos especialmente intensos, cuando los cánticos subían de tono: “¡Que se vayan!”, “¡El Borbón al paredón —juicio y no venganza!”, “¡Referéndum ya!”. La indignación por los escándalos de corrupción vinculados a la monarquía, la complicidad de los poderes del Estado, y la ausencia de una verdadera ruptura democrática con el franquismo, se convirtió en energía movilizadora.
Al llegar a la Puerta del Sol, epicentro simbólico de tantas luchas, se celebró el acto central. Desde un escenario sencillo pero cargado de contenido, intervinieron representantes de diversas organizaciones republicanas. Se escucharon discursos que repasaban la historia de la I y la II República, denuncias del régimen del 78, exigencias de una Asamblea Constituyente, y sobre todo, una llamada a la unidad del pueblo trabajador. No faltaron los homenajes: a las mujeres republicanas, a los guerrilleros antifascistas, a los exiliados, a los fusilados en las tapias del cementerio.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando se leyó un manifiesto colectivo, construido por diversas plataformas republicanas, en el que se reclamó una República que no sea solo un cambio de forma de Estado, sino una transformación profunda del modelo social, económico y político. “Queremos una república de los pueblos, de la justicia, del feminismo, del ecologismo, del pan, del trabajo y la vivienda. Una república que no deje a nadie atrás”, se dijo con aplausos que no cesaron.
En los márgenes de la concentración, se instalaron puestos informativos, se distribuyeron materiales, se cantaron jotas y rap combativo. Se tejieron alianzas, se planificaron futuras acciones, se estrecharon manos que antes no se conocían, y se recordó que el cambio vendrá desde abajo, desde el pueblo organizado. La II Marcha Republicana no fue el fin de nada, sino el paso firme hacia una primavera republicana que muchos sienten ya inevitable.
Al inicio de la tarde, cuando los grupos comenzaron a dispersarse, las miradas seguían siendo de esperanza. El cansancio del viaje de vuelta no borró las sonrisas, ni el calor del asfalto pudo con la convicción. En el autobús de regreso a Cartagena, entre comentarios sobre lo vivido, se renovaron los compromisos: seguir luchando desde lo local, continuar tejiendo redes, construir república día a día. Porque como se repitió tantas veces durante la jornada, la República no se espera: se construye.
Y así, compañeras y compañeros regresaron al sur, cansados pero más fuertes. Llevaban consigo la certeza de haber formado parte de algo histórico, de haber gritado, con el puño en alto y la dignidad intacta, que otro país es posible. Porque no hay futuro sin memoria, ni democracia sin pueblo. Y porque la III República no es una utopía lejana, sino una tarea urgente y colectiva.
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