Crónica de una proyección necesaria y de un agradecimiento que me nace desde lo hondo La tarde de ayer no fue una tarde cualquiera. En la Biblioteca Municipal de San Javier se respiraba algo distinto: un murmullo contenido, una expectativa que no era sólo por ver un documental, sino por sentir algo que, en estos tiempos que corren, no es tan frecuente en los espacios públicos: conciencia, compromiso, humanidad. Se proyectaba Apaguen los mecheros, enciendan la vida , un documental que, más que una obra audiovisual, es un acto de dignidad. El director, Ángel Hernández, no necesita presentación para quienes llevamos tiempo siguiéndolo. Es de esas personas que uno reconoce enseguida como necesarias. Cercano, sereno, sin alardes, pero con una convicción que no necesita levantar la voz. Lleva su compromiso como quien lleva un pan recién hecho: con las manos abiertas y sin temor a compartirlo. Cuando habla, no adoctrina; invita. Cuando escucha, no asiente por inercia; comprende. Y cuand...
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